Gracias a un proyecto de diseño muy grande y complejo que involucró a muchas comunidades indígenas en México, tuve que viajar con mi prima para conocer a mujeres artesanas de diferentes comunidades muy remotas y perdidas entre hermosos paisajes naturales, y sentí que mi cerebro y mi comprensión de mi propia cultura, y más aún de la humanidad, cambió por completo.
Estas comunidades guardan las verdaderas tradiciones y conocimientos de nuestros antiguos grupos indígenas y de los orígenes de la civilización, tienen muchas prácticas artesanales que significan años y años de resistencia, y sin embargo, están completamente "abandonadas", silenciadas y permanecen desconocidas por la gran mayoría de los ciudadanos.
Al conocerlas, sentí que por primera vez mis ojos apreciaban una verdadera riqueza, una verdadera abundancia, una verdadera esencia, una verdadera verdad. Me sorprendió darme cuenta, por sobre todas las cosas, de mi infinita ignorancia, de no tener ni idea de la cantidad de lenguas, formas y costumbres que se viven en mi propio país... Las indígenas, mujeres hermosas, sonrientes, humildes, carismáticas, me veían todas como si fuera algo extraño, una extranjera en mi propio país, y me sentí así, y lamenté que fuera así, llevar años perdiéndome de la verdadera esencia, del verdadero sabor y gozo de la vida rica y bella que es México.
Recuerdo que en la escuela nos hablaban de las comunidades indígenas como si fueran cosa del pasado, y nunca, ni una sola vez,
nos dijeron que están muy vivos y luchando todos los días contra nuestro propio gobierno que los desplaza de sus propias tierras para hacer mega proyectos, y los mantiene siempre al margen, siempre pobres, sin educación y sin ningún derecho humano básico, utilizándolos únicamente para sumar votos en época de elecciones.
Hay muchas matanzas contra ellos como la de Acteal, cuando toda la comunidad estaba en la iglesia rezando y haciendo rituales para una fiesta especial de ellos y los militares entraron matando a la mayoría, y estas historias horribles son absolutamente desconocidas por el resto de mexicanos que viven en ciudades.
Y SIN EMBARGO, cuando los conoces, cuando conoces a las mujeres, sus casas, y te sonríen, sientes que se te derrite el corazón. Apenas tienen nada pero te invitan a entrar y te ofrecen comida, tortilla, frijol, salsa, café, muchas no hablan español porque su idioma principal es su propia lengua originaria, pero recuerdo que una de ellas me puso la mano (pesada, fuerte, trabajadora) en el hombro y con ese gesto tan sencillo y tan humano me comunicó más de mil palabras.
Se reúnen para bordar, para coser, y alguien me explicó que así es como se mantienen fuertes y unidas, juntas y hablando es como mantienen la cordura y son capaces de hacer frente a las injusticias y la violencia diarias que tienen que sufrir. Y así es como aprendí que el bordado y la comunidad son dos formas de resistencia y revolución. Y cómo la verdadera riqueza está siempre en el corazón, y cómo DIOS vive en las manos y en las sonrisas de las mujeres indígenas artesanas de todo el mundo.
Mi cabeza aún le cuesta compaginar que donde he percibido más abundancia es justo en donde se sienta, "quizás es una idea imaginaria" tanto la pobreza.
Comments